lunes, 5 de octubre de 2009

..:: All hail the Magic Conch Shell ::..

Un hombre sin metas es lo mismo que un bote a la deriva.

Nadie, ni siquiera él mismo, sabrá lo que le ocurrirá al día siguiente.

Es una vida de anhelos, esperando abrir los ojos ante un día más afortunado.

Es hacer de la inherente incertidumbre de la vida, una vida de pocas probabilidades.

Y es esa misma imprudencia, un plan perfecto que nos conduce a una vida mediocre.

Quizá somos Bob Esponja obedeciendo a ‘La Caracola Mágica’. Acatando una orden que parece no tener sentido. Ante la pregunta ¿Qué debemos hacer? La respuesta es: Nada.


Tarde o temprano, será la paciencia o la prudencia las que sean recompensadas. No sabemos qué es lo que sucederá, pero confiamos en que sea algo mejor. Sí, confiamos, esperamos, guardamos la esperanza.

¿Pero de qué vale la esperanza sin acción?
¿Para qué una fe inquebrantable que no se mueve?
¿De qué sirve un motor andando sin una guía?

Sí, necesitamos fe.
Pero antes necesitamos tomar una decisión.
Fijar un objetivo

Acatar las órdenes de una caracola, porque hemos determinado que después de perdernos en un bosque, esperar en un solo punto, sería la mejor forma de ser encontrados.

O considerar que se tienen las nociones para encontrar un camino seguro, y comenzar a buscarlo.

Sin una decisión, sólo nos queda un anhelo que paraliza y nos deja a merced una esperanza que nos sabe a desazón.