martes, 24 de noviembre de 2009

..:: Yo encontré a una fotógrafa ::..

Cuando yo era un niño, la fotografía era algo inaccesible para mí. Recuerdo los altos precios de las cámaras, los rollos fotográficos y el servicio de revelado.

Mi hermano; ahora Diseñador Gráfico, debía pedir prestada una cámara profesional a sus amigos, cada vez que la requería en la escuela.

Mi condición de niño no me permitía tocar un equipo tan caro y mucho menos prestado. Así que el acto de mirar a través de una lente no sólo era un lujo, además era algo prohibido.

Quizá es por eso que ahora me dedico a escribir. Aún ahora que llevo mi pedestre, pero infaltable cámara en el móvil, prefiero recordar y escribir. Cosas como la graduación de mi primaria, hasta el rostro de la mujer de mis sueños.

No obstante, no todos se resignaron –tan fácilmente- como yo. Es más, a pesar del creciente número de imágenes hoy en día, ya sea en medios impresos o digitales, algunos decidieron dedicarse al camino de la imagen fija.

Recuerdo un viejo libro con fotografías de la Segunda Guerra Mundial. Testimonios de lo increíble, que desde la niñez permanecen en la memoria. También recuerdo vagamente una fotografía de mi padre a los cuatro o cinco años. Él llevaba un trajecillo de marinero con pantaloncillos cortos. La única imagen suya a esa edad.

Es curioso, pero la mejor de las historias puede ser aquella de la que se nos ha ocultado casi todo. Desde su comienzo hasta su desenlace. La que nos deja abierto el gran portón de nuestra propia imaginación.

Encontrarse con una fotografía es precisamente eso. Esa es la razón de que nos gusten tanto los pies de foto, porque queremos saber más acerca de lo que estamos mirando. Porque genera curiosidad por una historia de la que desearíamos conocer todo.

Una y mil veces me soñé dentro de una fotografía. Tocando lo que allí veía y escudriñando ángulos desde los que no era posible mirar. También hubo otras en las que nunca quise estar.

Sin embargo, las que son más preciadas para mí, siempre han sido las fotografías que cambian o definen el camino de una persona en su vida. Desde la imagen de una cabaña acogedora en la que uno se hace el propósito de vivir cuando la vejez nos alcance. Hasta el horizonte de un aventurero en el fin del mundo.

Pero de esto al fotógrafo parece que no le toca mucho. Es imposible saber hasta dónde llegarán sus imágenes y si habrán de tener un eco en alguien. Ellos deben confiar en su trabajo, en que quizá nunca serán concientes de la relevancia que pueda tener. Pero si existe al menos una persona que haya sido tocada por sus imágenes, se dará por bien servido.

El oficio del fotógrafo es encontrar aquello que más lo satisfaga, desde el ángulo que considere indicado y bajo la mejor luz que sus ojos puedan hallar. El fotógrafo busca o es encontrado, practica toda su vida para estar listo y no dejar escapar esos mismos momentos inasibles que suceden ante nuestros ojos.

Cada una de las fotografías pertenece a María Fernanda Gonllardo http://gonllardo.hi5.com

lunes, 16 de noviembre de 2009

..::Cuestión de Física quizá::..

Me gusta escribir, es un ejercicio para mí. Además, lo hago porque quiero recordar en uno o muchos años -en una suerte de cápsula del tiempo-, la forma que tenía el mundo cuando plasmé aquellas letras.

Y es que mi mundo se ha visto de tantas maneras: Ha sido el más obscuro, deslucido, lluvioso y no obstante, también un cándido optimista ante tales condiciones. Sí, ha logrado adaptarse aunque sea provisionalmente, a una álgida soledad.

Aclaro en este punto que estoy orgulloso de mis amigos. Ni en diez vidas me imagino volver a tener al menos uno similar a los que por ventura me rodean. Es sólo que en ocasiones, es difícil ampararse en la amistad cuando el amor acecha.

Allí es donde este mundo mío, no orbita ni es orbitado por ningún otro. Y un término como el de gravedad se traduce como seriedad. Con fugaces cometas vadeándolo, mientras refleja la luz de un Sol frío e indiferente.

¿Qué diría Sir Isaac? Tal vez que mi mundo, al menos para el amor, carece de masa o viceversa.

Por suerte, no así de sentido del humor.