miércoles, 23 de julio de 2008

Rêves perdus


No se puede extrañar aquello que no se ha tenido
Lo que se guardan son anhelos, se tienen sueños
Extraño esos sueños y anhelos

Tanto se ha perdido

Sin embargo, me niego a dar un paso atrás
Estos huesos se rompen y esta carne enferma poco a poco pierde la vida
El mundo no ha terminado, sólo han cambiado un par de reglas

Pero sigo aquí

Perdido como mis viejos sueños
Soy al mismo tiempo, punto de partida y meta de mi historia
Esta vida es venenosa, sólo si te muerde

Vaya, me queda el sentido del humor

lunes, 21 de julio de 2008

Things get bitter und Cette orange devient amère

Las sorpresas se encuentran a la vuelta de la esquina.
Desde la fría mañana en la playa, hasta una tormenta en un día soleado
Esta vida sin duda es para sorprenderse, y algunas sorpresas jamás se olvidan
Sin embargo, algo puede ser olvidado para nuestra sorpresa

Y es que resulta normal, que donde antes hubo tanto interés y expectación, poco a poco se vaya olvidando. Tal y como se olvida al Invierno hacia la primera mañana de Primavera.

Olvidamos que lo que antes era un piso sólido, pronto se convertirá en agua de nuevo. Tanto es el olvido, que olvidamos que es algo natural y jugamos a aferrarnos un poco más al tiempo que cada cosa tiene dictado. Pero a veces terminamos por creer nuestra propia mentira y no nos percatamos cuándo, a ciencia cierta, algo llega a su fin.

Es entonces, cuando me doy cuenta de aquello que he dejado de ser. Buscando olvidar el barullo y los problemas; huyendo durante tanto tiempo de una tormenta que siempre lograba alcanzarme. Vuelvo la mirada sólo para encontrar, que ya soy parte de ella.

Ya no soy dulce y no es sorpresa que esta fruta se haya amargado. Olvidada en un rincón por alguien que creyó que siempre estaría allí. Hablemos del clima, o de cómo estará el día mañana. Olvidemos todo lo que sucedió aquí.

Ahora te has olvidado de mí
Y yo olvidé que no me querías

martes, 8 de julio de 2008

Aprendiendo a nadar




Lo sabía, desde el comienzo de todo esto sabía que sería difícil.
Sin embargo, aquello no me detuvo y continué con mi empeño.
Sin mirar atrás, ni volver un solo paso el camino andado.

Ahora ya no depende de mí, no es mi voluntad la que determina qué tan lejos quiero llegar.
Es la tuya.
Eso y mi deseo de que puedas cambiar esta vida que te he dejado, de este dolor a cuestas.

Que al cerrar los ojos por la noche, encuentres la paz que no pude darte.
Que al abrir el portón por la mañana, aquello que veas te haga sonreír.
El deseo de que alguna vez puedas perdonarme.

Miro una y otra vez tu lugar vacío, de donde has borrado todo rastro de ti.
Pensando que alguna vez, yo también podría partir en busca de un nuevo sueño para mí.
Me niego a creer en este juego de ausencias y arribos, en este círculo interminable.

Pero esto no se trata de entender tu ausencia, sino de saber compartirla.
Te vas dos veces y en distinta forma, ahora te espero de otra manera.
Espero a la que dice: Que no se ha ido.

A quien por dejar de percibirla no deja de ser.
Y que por proteger a uno, decidimos lastimar de muerte a dos.
Se les despoja y arrebata en busca de un sueño, de lo que no ha sucedido.

Buena suerte entonces, que valgan la pena ambos sacrificios.
Que habré de entenderlo y compartir.
De pie en esta orilla, escuchando la canción del mar.

Ese mar al que tanto temo.
Navegando sobre este sueño mío, que alguna vez seguí.
Qué parecidas son nuestras embarcaciones, frágiles e indefensas.

Es hora pues, de aprender a nadar.
..::Momo::..

sábado, 5 de julio de 2008

Sin título (Hace mucho que lo escribí)

Bastaba mirar su rostro para encontrar allí a la amante de la tierra, tan despreocupada, tan indiferente, quizás insensible... pero encantadora. Cuántos ingenuos se han enamorado de ella sin notar el espacio que los divide. Como un cándido inocente pretendí ser el primero, no en enamorarse, sino en enamorarla.

Tan altiva, tan distraída de sí, no me escuchaba al hablarle y cuando lograba que fijara su atención en las pocas palabras que me salían por la boca, ella las olvidaba en un instante. Sin embargo permanecía cerca, dando vueltas por allí con una sonrisa. Le veía por la noche; en el momento del día en que su belleza era indulgente conmigo y cuando salía sólo para mí. En el mediodía por el contrario, rara vez se le encontraba y si sucedía, resultaba hipnótico contemplarla con esa palidez y acentuada lejanía.

Yo competía por su interés, rivalizaba con el Sol y todas las estrellas. Perdí el temor a los otros sin importarme quiénes o cuántos fueran, conocí más y más de ese interior inexplorado, esa voluntad dura como hierro pero cambiante como el agua. Dentro de mí estaba forjando algo nuevo que se imponía por encima de mi razón y con una lógica superior.

Bastaba con mirarla para encontrar un rostro yermo en apariencia, únicamente hasta que el verdadero ensalmo llegaba junto con la primera noche azul de invierno.

Pero justo cuando creí estar tan cerca como para estirar la mano y poder tocarla, en el momento en que creí conocerla a la perfección, habiendo librado todos los obstáculos me di cuenta de algo.

Siempre nos muestra la misma cara y a pesar de esto posee un lado oculto, el que nunca nadie ha visto, un lado obscuro y enigmático, que siempre nos mantendría pendientes, sorprendidos y asimismo llenos de tristeza. Tan linda, tan inmóvil e irónicamente sacudiendo a todos a tu alrededor. Me equivoqué, no eras tú quien giraba cerca de mí.

Y yo, tu amante más cercano, el que nunca podrá tocarte, sí anhelarte, con la mirada, el pensamiento y por ventura en un sueño. Eternamente o hasta que todo nos consuma, regresándonos al lugar donde todo vuelve a empezar donde al fin podamos estar juntos.

Donde al fin me sonreirás