Dejarme ir, perderme de nuevo antes de que me consuma esta ruina que soy.
Mis recuerdos y yo, la ansiedad que respira por mí en cada poro junto a este sudor frío.
Estoy solo, mientras mi corazón dormido sueña con esas pesadillas que han encontrado su camino a la vida diaria.
Este cuerpo es el instrumento de toda una vida, el camino que recorre el sentimiento antes de ser melodía, y su canción de nostalgia lo inunda todo con lágrimas y notas discordantes.
Escritores, instrumentos solitarios de un llanto lejano que dejan mensajes aquí y allá; culturas perdidas, llenas de secretos; lugares a los que al llegar son sólo ruinas de pie ante el ocaso.
Estoy solo y mi corazón está dormido. Las pesadillas se entretejen alrededor suyo y lo cubren por completo.
Los escritores no duermen, viven una vida a cada instante, a ellos únicamente los adormece la muerte con su arrullo al final del día.
Los escritores encuentran y pierden aquello que siempre buscan, enamorados de la fatalidad.
Para ellos, anunciarse triste es una presunción.
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