lunes, 24 de diciembre de 2012

El Sexenio 'Yet to come'

Parece que fue ayer cuando repetíamos una rutina en mi antiguo trabajo, cumpliendo la obligación de trabajar en Nochebuena durante ocho años consecutivos. Aún el jefe más estricto de los cuentos británicos, quien pensaba que la Navidad no era más que otro día de dinero perdido, permitía que su único empleado se tomara el día para estar con su familia. Afortunado Bob Cratchit; que bien podría presumir hoy en día su residencia en el icónico Barrio de Camden.

Y es que la miseria y la ignorancia no son demonios ocultos debajo de la túnica de un fantasma, son herramientas útiles para aquellos que se aprovechan de la necesidad de otros. Ya sea negándoles los derechos más básicos, o lanzando un sinfín de amenazas que se cumplen sin castigo, como consecuencia de la falta de conocimientos y la ausencia de apoyo por parte de las instancias que deberían ayudarlos.

La verdad es que ni diez mil visitas de Jacob Marley lograrían modificar la visión que tienen nuestros legisladores respecto a la importancia del factor humano en los trabajos ¡Sí! Esas personas encargadas de decidir en primer lugar su futuro económico, antes que el bienestar laboral de las personas a quienes deberían servir.

Ellos sin duda harían palidecer hasta los nervios más fríos del viejo Scrooge. Porque vivir en un país en el que gracias a un Seguro Popular, que se limita a atender personas sanas, el pequeño Timmy habría dejado de sufrir hace muchas navidades.

En cuanto a nosotros, parece que no han bastado los horribles fantasmas de sexenios pasados, ni la crudeza del sexenio presente para aprender la lección.

Y es que al escuchar las palabras “Este es mi compromiso y tú sabes que lo voy a cumplir”, sólo nos queda exclamar en el tono más escéptico posible "Bah, humbug!".

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