viernes, 11 de enero de 2013

De licencia

Antes de perder la razón dejé escrito un manual sobre cómo debía comportarme cada día,
los hábitos que tenía que seguir y cómo debía sonreír.

A veces me extraño, porque muchas cosas no pueden hacerse usando el manual y suspiro
pensando en que el viejo yo habría sabido qué hacer. Siento como si me hubieran dejado
encargada una vida de la cual yo no sabía nada y me da miedo arruinar.

Hay días en los que quisiera comenzar a vivirla como si fuera mía, empezar desde cero y
tomarle las riendas. Pero luego me acuerdo que un buen día, ese extraño joven podría
volver y sería incapaz de comprender los cambios que ha tenido su vida.

Quizá sería considerado escribirle un manual donde le diga qué hacer cuando yo me vaya; sería muy corto, pues sólo tendría una instrucción:

-Haz lo que creas mejor para ti, porque no pienso regresar.

P.D. Arreglé tus sandalias con un alambrito del pan y tomé prestado el dinero del jarrón;
sí, el del ropero ¡Casi lo olvido! ¿Recuerdas a tu novia? Después de ella tuviste tres
más y no funcionó.

Atte. Es un manual, no una carta.

1 comentario:

Bri dijo...

uf! yo también escribí un manual. Y Brisa este año, despertó esperanzada, veamos como caminan los siguientes días :)