jueves, 14 de febrero de 2008

A y L


Despierto la madrugada del 14 de Febrero y sin la más mínima intención de conciliar el sueño.

No se trata del día en sí, pero irremediablemente me recuerda un año más...

¿Un año más de qué?

No lo sé

Ni siquiera comencé a contar a partir de esta fecha, pero lo que sea que esté sucediendo desde hace tanto tiempo, encuentra una referencia con este día.

No cabe duda, vivir enamorado es una existencia llevada a los límites.

Pero vivir este amor solo, es compartir las consecuencias cada madrugada mirando hacia el techo, esperando la sonrisa discordante que me provoca tu rostro después de llevarlo en mi mente durante todo el día.

Enamorarse de ti es pensar la felicidad que me provocas cuando te imagino cerca, pero sintiendo el dolor de esta realidad que es tu ausencia...


«Mi amor.» Repetir estas dos palabras durante diez páginas, escribirlas ininterrumpidamente, sin descanso, sin ningún claro, primero lentamente, letra a letra, dibujando las tres colinas de la m manuscrita, el lazo flojo de la e como brazos reposando, el profundo lecho de río que en la letra u se excava, y luego el asombro o el grito de la a sobre ahora las ondas marinas de otra m, la o que sólo puede ser este único y nuestro sol, y en fin la r hecha casa, o cobertizo, o dosel. Y luego transformar todo este dibujo en un único hilo trémulo, una señal de sismógrafo, porque los miembros se erizan y chocan, mar blanco de la página, toalla luminosa o sábana tendida. «Mi amor», dijiste, y yo lo dije, abriéndote mi puerta toda, y entraste. Abrías mucho los ojos al avanzar hacia mí, para verme mejor o más de mí, y posaste tu bolso en el suelo. Y antes de que yo te besara, dijiste, para que lo pudieses decir serena: «Vengo a quedarme esta noche contigo». No viniste ni pronto ni tarde, viniste a la hora cierta, en el minuto exacto, en el preciso y precioso descansillo del tiempo en el que yo podía esperarte.

Saramago José. Manual de pintura y caligrafía, Alfaguara, Buenos Aires, 1999

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