sábado, 5 de julio de 2008

Sin título (Hace mucho que lo escribí)

Bastaba mirar su rostro para encontrar allí a la amante de la tierra, tan despreocupada, tan indiferente, quizás insensible... pero encantadora. Cuántos ingenuos se han enamorado de ella sin notar el espacio que los divide. Como un cándido inocente pretendí ser el primero, no en enamorarse, sino en enamorarla.

Tan altiva, tan distraída de sí, no me escuchaba al hablarle y cuando lograba que fijara su atención en las pocas palabras que me salían por la boca, ella las olvidaba en un instante. Sin embargo permanecía cerca, dando vueltas por allí con una sonrisa. Le veía por la noche; en el momento del día en que su belleza era indulgente conmigo y cuando salía sólo para mí. En el mediodía por el contrario, rara vez se le encontraba y si sucedía, resultaba hipnótico contemplarla con esa palidez y acentuada lejanía.

Yo competía por su interés, rivalizaba con el Sol y todas las estrellas. Perdí el temor a los otros sin importarme quiénes o cuántos fueran, conocí más y más de ese interior inexplorado, esa voluntad dura como hierro pero cambiante como el agua. Dentro de mí estaba forjando algo nuevo que se imponía por encima de mi razón y con una lógica superior.

Bastaba con mirarla para encontrar un rostro yermo en apariencia, únicamente hasta que el verdadero ensalmo llegaba junto con la primera noche azul de invierno.

Pero justo cuando creí estar tan cerca como para estirar la mano y poder tocarla, en el momento en que creí conocerla a la perfección, habiendo librado todos los obstáculos me di cuenta de algo.

Siempre nos muestra la misma cara y a pesar de esto posee un lado oculto, el que nunca nadie ha visto, un lado obscuro y enigmático, que siempre nos mantendría pendientes, sorprendidos y asimismo llenos de tristeza. Tan linda, tan inmóvil e irónicamente sacudiendo a todos a tu alrededor. Me equivoqué, no eras tú quien giraba cerca de mí.

Y yo, tu amante más cercano, el que nunca podrá tocarte, sí anhelarte, con la mirada, el pensamiento y por ventura en un sueño. Eternamente o hasta que todo nos consuma, regresándonos al lugar donde todo vuelve a empezar donde al fin podamos estar juntos.

Donde al fin me sonreirás

No hay comentarios: