Me levantaba por la mañana, miraba en el espejo y allí estaba yo, con el mismo rostro del día anterior, la misma cara alargada tratando de apoyarse en un gesto de indiferencia; la misma expresión de sorpresa al darme cuenta de lo tarde que era; el lento masticar del desayuno y mis ojos cerrados camino al colegio. Días tranquilos y constantes de los que sabía qué podía esperar.
Soy un hombre de hábitos.
Es curioso, pero qué feliz era yo viviendo triste, antes de este hastío. Harto sí, harto de estar triste y lleno de múltiples emociones. Ahora me levanto sólo para encontrarme cada día con un extraño reflejado en el espejo.
Tristeza y ansiedad, salpicadas con euforia, desconcierto y nostalgia
...(Otra entrada que hago incompleta)
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