El problema que tienen los medios de comunicación en estos días es la normatividad que han convenido de manera tácita con la política gubernamental. Misma que los obliga a escribir verdades estratégicas, que eviten provocar conflictos, desconfianza y sospechas que puedan desestabilizar a una sociedad.

Cuando hablé de la normatividad en los medios de comunicación, me refería precisamente a estos casos. En los que se compromete la objetividad y se antepone un código que debe respetarse “aún en las condiciones más difíciles y comprometedoras”.
Upton Sinclair lo expone de una manera más clara con la siguiente frase: "It is difficult to get a man to understand something when his job depends on not understanding it" (“Es difícil hacer que un hombre entienda algo, cuando su trabajo depende de que no lo entienda”).
Un periodista es en gran medida un escritor, sólo que el periodista tiene un compromiso sin licencias con la búsqueda de la verdad. Cuando éste se ve obligado a escribir una apología a través de la fabricación de efectos estéticos que tienen como base los actos de un Estado corrupto, la labor del periodismo pierde toda justificación.
A pesar de esto, en México no han faltado quienes logran encontrar en este escenario tan enviciado como el que se vive hoy en día, el único motivo legítimo para continuar su labor periodística. Aún a costa de su propia vida.
Pomarańcza
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