viernes, 31 de agosto de 2012

..:: Jugando a otro día ::..

El día y la noche no me necesitan para existir, así que el día en que yo muera el sol y la luna no se detendrán. El horizonte seguirá allí donde no se puede alcanzar y la gente que amo se habrá ido como el agua del pórtico en una tarde de verano.

No me importarán más los recuerdos, las sonrisas ni los pesares. Y todo lo que permanecerá serán un par de palabras en la memoria de quienes siguen aquí.

Tal y como mi madre jamás conoció al abuelo de su padre, el tiempo se encargará de borrar mi huella hasta convertirla en una pregunta sin respuesta.

Así como el pie conoce el calzado y no el camino; así como la vida es una ilusión a la que se acostumbra la memoria.

De la misma forma que el pasado se ha disuelto y el presente se desvanece, algún día el futuro dejará de existir.

Vivimos en caída libre mientras todo se mueve alrededor y el vértigo de vivir ocurre inversamente; no nos aflige cuando miramos abajo, se padece al mirar arriba para ver cuánto hemos descendido.

Y es que hasta el arrepentimiento llega tarde a diferencia de las puntuales consecuencias.

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